El Chile post vacuna
Rodrigo Aravena González, Economista Jefe - Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Gran parte de las columnas escritas desde inicios del año pasado estuvieron centradas en un solo tema: el impacto del Covid-19. Y no era para menos, si además de enfrentar la peor pandemia del último siglo, fuimos testigos de la mayor caída del PIB global en la era de posguerra. Sin duda, 2020 ocupará un lugar muy relevante en la historia.
Es así como estamos prácticamente a un año de las primeras medidas sanitarias tomadas en Chile, en un contexto donde prácticamente se paralizó nuestro país. Sin embargo, hoy tenemos buenas razones para escribir con un tono más optimista, y destacar cómo Chile se ha diferenciado por las políticas implementadas en esta pandemia. Si bien este tema da para largo, no puedo dejar de mencionar que la magnitud de las políticas económicas y el uso adecuado de instrumentos nos posicionaron entre los países que tuvieron las respuestas más contundentes en la crisis. Como si ello fuera poco, hemos destacado por implementar muy rápidamente un proceso de vacunación que nos podría situar entre los países más eficientes en lograr un grado avanzado de inmunización.
Es claro que tenemos bases suficientes para volver a discutir temas que han estado ausentes, como empleo, crecimiento y, sobre todo, un término gradual de la pandemia. Entonces, llegó la hora de hablar, muy seriamente, sobre cómo será el Chile post vacuna. Pese a la incertidumbre, me atrevería a plantear los siguientes temas de esta nueva etapa.
De partida, hay que reconocer que luego de esta pandemia seremos un país más vulnerable. Ello, ya que debimos usar parte de los "colchones" que teníamos para las crisis, lo cual se vio agravado por medidas como el retiro de fondos previsionales. Esto implicará, en algún momento, tomar decisiones que serán políticamente impopulares, como reducir subsidios y subir tasas, entre otras. La reconstrucción de nuestras fortalezas, aquellas que nos permitieron destacar en esta crisis, pasa por no hacer permanentes medidas transitorias. El beneficio de largo plazo sin duda supera los costos políticos.
Pero lo anterior sólo se puede lograr en la medida que haya crecimiento. Así de simple: si no crecemos no podremos financiar las políticas públicas. Por ello, urge trabajar en una serie de aspectos que incluso exceden el campo tradicional de la economía, como acotar la incertidumbre sobre potenciales cambios en temas que, a todas luces, han sido fundamentales para Chile. Sin entrar en detalle, aspectos relacionados con la independencia del Banco Central, el concepto de propiedad y sus límites, lograr acuerdos en cuanto a sistemas políticos, sin duda debieran encabezar la lista.
Por último, en el Chile post vacuna debemos mantener el realismo y reconocer que somos un país de ingreso medio, con falencias en áreas claves como productividad, concentración sectorial y empleo en algunos grupos de la población. Esta pandemia demostró que la mayor productividad es posible (si no, sería difícil explicar la aceleración del PIB versus la del empleo), en gran medida apalancados en la transformación digital transversal que experimentó el país.
Sería interesante que este impulso cimiente el camino para acelerar el desarrollo de otras industrias en las que tenemos condiciones favorables, como energía y tecnología. Sería mejor aún si es que esta discusión, de una vez por todas, dejara atrás el protagonismo de algunas medidas simplistas, como aquellas que proponen cambios tributarios o mayor regulación per se, como la solución a todos nuestros desafíos.